Elizabeth Valencia
La autora
Soy hija única de mamá y sí, un poco consentida, pero en un buen sentido; la empatía no faltó en mi formación y ser egoísta (que es la fama de los hijos únicos) no estaba en el libreto.
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La separación de mis padres me regaló el privilegio de crecer en la casa de mi abuela. Ese fue mi pequeño Macondo: tíos, primos, un patio y un solar; árboles de mangos, el barrio, los vecinos. Era el ambiente ideal para alimentar la imaginación en mis primeros años, en los que también bailé ballet y practiqué patinaje. Mi avidez artística aumentaba a medida que me interesaba por otras actividades; empecé a pintar esporádicamente, quise actuar y admiraba a quienes sabían cantar porque yo nunca tuve ese talento. A tres años de graduarme del colegio, entré a formar parte del comité editorial del periódico y amé escribir.
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Quise estudiar periodismo, también medicina. Así que decidí que quería ser una médica que escribiera en revistas científicas, simple. Pero la vida me llevó por otros caminos, había otra misión escrita para mí. Me formé como Ingeniera de Telecomunicaciones -las cosas complejas siempre me han llamado la atención, así que por qué no darle la oportunidad al mundo de los satélites y las fibras ópticas- más adelante cursé una Especialización en Gerencia de Proyectos y hace poco terminé una Maestría en Gestión Tecnológica Internacional. Actualmente trabajo en el sector financiero facilitándole la vida a las personas a través de soluciones digitales.
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Disfruto mi trabajo con todo y sus complejidades del día a día; disfruté mi formación como ingeniera, con todos los sacrificios que esto llevó: abrazar números en lugar de letras y dejar a un lado mis zapatillas de ballet. Sin embargo, hace tres años, estando aún en Inglaterra cursando mi maestría, algo pasó, algo me tocó. Sentí el deseo de volver a escribir, tomé un cuaderno en blanco y empecé. Mi lápiz bailaba libre sobre una hoja en blanco, bailaba solo, guiado por algo superior a mí. Lo dejé hacerlo, un día, otro día, varios días. El ritual era casi sagrado y al final de mi maestría tenía un buen material. Ese era mi escape, en medio de la presión académica. Cuando regresé al país, conocí personas que me han guiado en mi crecimiento espiritual y que me animaron a sacar a la luz esta bendita pasión.
Escribo para conectarme, conmigo misma, con Dios, con la Fuente, con quien hace todo esto posible, no importa la cara o el nombre que le quieran dar. Con la luz, con el amor puro y perfecto que saca lo mejor de cada uno de nosotros. Escribo, si no es muy ambicioso, para inspirar y llevar un poquito de luz a quienes leen estos textos y se identifican con mis palabras.
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Por eso siempre terminaré diciéndoles que les escribo con cariño, esperando que cada palabra, sea luz para su mente y balsamito para su alma.
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