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ALMA Y RAZÓN con notas de acordeón

Hay asuntos de esta vida que el alma comprende, pero que la mente no digiere. La existencia misma es tan compleja, que no podría sostenerse sólo en el plano mental y por eso acudimos a la fe, para darle mayor sentido. El amor mismo es tan complejo, que es mejor sentirlo y vivirlo que racionalizarlo. Incluso, un buen poema, en su belleza para unir palabras, parece más un acto de inspiración divina que una construcción de la mente humana.


Hace poco, un buen amigo, amante del vallenato y de su acordeón, escribió estas palabras:


Si este canto se intelectua demasiado, perdemos la poesía de la vida.

Cuando suenan las notas de un acordeón, suena el vibrar del alma.

Apechichás lo que más querés, consentís lo que más te hace sentir bien, para darle nota y vida al sentido del amor.

Por eso llevo este acordeón conmigo alrededor del mundo, con alma y corazón’

SJC



En mi osada interpretación de esas palabras, una genuina conexión entre su alma y las notas de un acordeón, hacen emerger los sentimientos más nobles de su ser. Y es que para alcanzar conexión espiritual, todos tenemos caminos diferentes: algunos meditan, otros oran y otros se pierden en acordes de música. La mente aquí no interfiere, porque se perdería el encanto del acto puro del alma, o como dice mi amigo, perderíamos la poesía de la vida.


Pero, ¿por qué es necesario callar la mente de vez en cuando?

Podría decir, que es la única forma de conectarnos de una manera pura, a nuestra verdadera esencia y al Espíritu Divino o Dios.


En una forma simple de entender nuestra humanidad, somos seres dotados de mente, cuerpo y espíritu. Tres dimensiones que deben permanecer en equilibrio para nuestra sana existencia. La mente, siempre analítica y responsable; la que ha recogido información de nuestras vivencias y genera estrategias para tomar las decisiones que considera adecuadas, según las circunstancias. Sin embargo, está limitada por sesgos cognitivos, esas construcciones psicológicas que nos llevan a juicios e interpretaciones a veces inexactas, al estar influenciadas por factores sociales, culturales o asociaciones a experiencias pasadas.


Por su parte, el alma o espíritu es la herencia divina de nuestro ser que nos hace únicos. Nuestra parte más libre, inocente y genuina. Esa parte que no entiende de orgullo, precauciones o estrategias. La que nos permite disfrutar, ilusionarnos y soñar. Y finalmente está el cuerpo, vehículo de las otras dos dimensiones, la conexión a este plano, a este mundo.


Para vivir esta experiencia, este paso por la tierra, esta vida, sin duda, las tres dimensiones, requieren armonizarse entre sí. Pero para conocer nuestra esencia pura y perfecta, de más luz y más cercana a Dios, basta con cerrar los ojos, callar por unos segundos la mente y fundirse en una meditación o mejor aún, en unas notas de acordeón.


…Porque el alma siempre, siempre, conoce el camino.


Gracias Sebas por tus palabras bonitas, que fueron inspiración para las mías.



Con cariño,

Eliza


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