ME GUSTAS entre calles y palabras

Me gusta la gente que lee. Que desliza sus dedos sobre hojas amarillentas, estando en una calle, en un tren o en un café.

Me gusta la gente que se sumerge en los pensamientos de otros tratando de reconstruir lugares, emociones y personajes que salieron de alguna mente, de alguna ilusión ajena.

Me gusta la gente que vibra con las palabras, que siente cada vocal y cada tilde como propias.

Me gusta la gente que se pierde de este mundo, para naufragar a tierras lejanas a través de páginas enumeradas que sirven como un punto de retorno.

Me gusta la gente que tiene la sensibilidad de reconocer en el lenguaje común, verbal o no verbal, una forma de conexión humana, de raza, de familia del alma.

Esta mañana, como muchas mañanas desde hace un año, caminé por esa pequeña calle llena de comercio informal. Y ahí estaba él, sentado en el piso, al lado de un montón de chucherías viejas, que sale a vender todos los días. Tal vez lo había visto siempre, pero nunca lo había observado como hoy. Tenía en sus manos un libro gordo, pequeño, con aspecto de diccionario y que se robó toda mi atención. Lo miré a la cara para imaginar qué tipo de literatura le podría robar el aliento y el esmero de esa manera. Ante la sensación de ser observado, bajó sus pequeñas gafas y las posó sobre la mitad de su nariz. Parecía venir de todas partes y a la vez de ninguna; tan místico y atemporal. Podría ponerle unos sesenta años, pero sólo el cielo sabe cuántas décadas ha transitado este mundo. Cruzamos una sonrisa y un par de palabras: Buenos días.

Hoy me topé con un viejo misterioso que me regaló un poco de inspiración. Me gusta la gente que lee, así que me gustas. ¿Pero sabes? me gusta aún más, la gente que me inspira.

Con cariño,

Eliza